27.10.11

lluvia

La verdad es que me encanta la lluvia.
Pero hacía rato no tenía esta sensación de disfrute.
 Seguramente la habría perdido en el día en que me convertí en una más entre los 11 millones de motoristas ensandecidos del tránsito caótico de la ciudad de Sao Paulo.
Imposible estar contente metida en la soledad de un coche atascado en un mar motorizado.
Y con lluvia...peor.
 Sao Paulo, conocida por su constante lluvia fina, la tierra de la garoa, una especie de sirimiri vasco, está acostumbrada a ver inundaciones. Ahí lluvia puede ser sinónimo de mucha dolor de cabeza.
Pero en una otra época de mi vida realmente me encantaban los días grises de lluvia.
( Creo que inconscientemente por ello he nombrado a mi blog como tal...)
Uno de mis mejores recuerdos de días lluviosos está en mi dulce adolescencia, pasada en parte en el pueblo de mis abuelos junto a 3 amigas inseparables.
En aquella noche habíamos descubierto por acaso el toca discos del padre de Sabrina, y unos pocos discos perdidos en el sótano.
Nos pusimos a bailar sin frenos, ya que el pueblo anochecido era todo silencio y oscuridad y la sensación era de plena libertad.
Tanto, que la lluvia fuerte, típicas de las noches de verano, no nos impidió de salir a la calle y disfrutarla en nuestro propio Singing in the rain.
Teníamos toda la liberdad del mundo, y la ciudad nos pertenecía, y por supuesto jamás nos separaríamos.
Y me acuerdo especialmente de la olor de césped mojado.
De alguna manera había sido un rito de pasaje de nuestra infancia desenfrenada a los caminos que cada una iba seguir, porque después de ello ya no logramos reunir al grupo  ni una sola vez.
Y luego vino la vida y sus caminos aparentemente sin sentido.
La última noticia que tengo de cada una, Sabrina, Claudia y Malú, pateticamente me la concedió el establecido centro de espionaje pasiva Facebook.
Parece ser que Sabrina estaba en la última marcha de indignados de Roma, donde vive desde hace 8 años; Malú aparece disfrutando la luna de miel a bordo del mismo navío en que trabaja desde hace 7 años; Claudia está casada y probablemente es la única que sigue yendo al pueblo. Y yo, que hoy, mientras caminaba en la lluvia de Barcelona he sentido una olor a césped mojado que de repente me trajo a todas ellas.
La lluvia realmente me encanta, así como la idea improbable de que hoy cada una de ellas pudieran tener la misma sensación que yo. 

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